De cara a la galería

Hay miedo, mucho, y aún no sé de qué. Hay miedo de perder esas atenciones, hay miedo de que pasen página antes que nosotros, hay miedo de elegir el camino difícil, hay miedo a lo nuevo.

Hay miedo a quedarse soltero.

Sí, sé que junio es el mes de las rupturas. Que algunas relaciones se quedan pendientes para la recuperación de septiembre y que el verano invita a la soltería.

Todo eso me parece genial si ese es el camino que de verdad has querido escoger, aunque haya tenido que venir junio a darte un toquecito de atención.

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Pero por otro lado están esas parejas, da igual si llevan más o menos tiempo, esas parejas en las que no ves nada, esas parejas que se dan cuenta de la situación por la que están pasando pero que prefieren la comodidad de lo conocido a la dificultad de las oportunidades por conocer. Quizás no lo piensen ambas partes, quizás solo a una de ellas le falta “ese algo”. Pero si una parte no está bien, ya ninguna lo está. Esas parejas a las que ni un ejército de junios les hacen abrir los ojos.

Las reconocerás por su rutina y porque llevan un tiempo considerable sin hacer nada por primera vez. Algunas de ellas no tienen ni discusiones pero tampoco chispa, se han acomodado de tal forma que ni ganas de reconciliaciones les quedan.

Son parejas de cara a la galería, que se han aferrado al miedo de enfrentarse al mundo solos y se agarran a una relación que se balancea al borde de un precipicio.

No hablo de las malas rachas que tienen todas las parejas, tampoco de la pérdida de emoción e ilusión del principio que, con el paso del tiempo, llega a normalizarse. Tampoco estoy boicoteando a todas esas parejas que llevan años y años de relación estable y han construido una rutina juntos.

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Hablo de cuando no queda amor e ilusión, cuando el roce de la mano de tu pareja no te dice nada, cuando ves en otras personas enamoradas gestos cómplices que no recuerdas cuando tuvisteis por última vez. Hablo de afrontar y reconocer la realidad porque  la gente no cambia pero sí evoluciona, establecemos nuevas prioridades y nuestros sentimientos lo hacen con nosotros, se desvanecen  o modifican su intensidad. Y si nosotros cambiamos ¿por qué no iban a hacerlo nuestras relaciones? éstas acaban y no hay nada de malo en ello. Con el paso del tiempo asumimos nuevas situaciones y nuestras necesidades pueden ser otras. No importa si pensaste que era el amor de tu vida o si te imaginaste celebrando las bodas de oro, eso nunca podremos saberlo.

Debemos reunir el valor necesario para salir de ahí, por mucho que nos cueste dar el paso y por muy doloroso que nos resulte causar ese daño a la otra persona. Poner el contador de los kilómetros a cero y emprende ese viaje. A la larga será bueno para los dos salir de esa relación ficticia y atreverte a afrontar la vida “sola” de nuevo, soltando la mano de quien te ha estado acompañando hasta ahora y emprendiendo una nueva etapa, tan buena como necesaria en la que el miedo se irá de tu lado en cuanto empieces a caminar por ella.

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Recordarás todos los momentos de la etapa anterior con nostalgia quizás pena, pero te estarás dirigiendo con ilusión a construir recuerdos nuevos, da igual si te enamoras de nuevo o no, pero te descubrirás siendo y te encontrarás justamente en el lugar en el que quieres estar.